La vida, un misterio tremendamente hermoso

Ya prácticamente un clásico en su sexta edición en un año ¿Por qué cuesta tanto aceptar la realidad? ¿Cuáles son los impedimentos para una vida plena y feliz? El autor nos invita a investigar juntos las respuestas a estas preguntas. Propone ver los hechos directamente. Nos llama a percatarnos de hechos que pueden ser confrontados con las últimas investigaciones de la ciencia. El autor afirma que vivenciar esa sabiduría es el definito despertar.

Wednesday, February 15, 2006

La Vida un misterio tremendamente hermoso

LA VIDA UN MILAGRO TREMENDAMENTE HERMOSO
¡QUÉ VAINA TAN BUENA ES VIVIR!
Reinaldo Rodríguez Anzola

SINOPSIS

Todos sabemos que existen infinitas maneras de vivir y, obviamente, con algo de sentido común todas ellas pueden ser maravillosas, porque la vida en sí misma es interesantísima por lo variada y sorprendente. Nuestra existencia está llena de misterio y pareciera ser producto de un milagro y, en todo caso, estar dirigida por la misma inteligencia universal que se manifiesta tanto en la materia como en los demás seres vivos.
Ahora, esas infinitas formas de vivir pueden resumirse en dos:
La vida a través del pensamiento.
La primera y más generalizada manera de vivir es desde el pensamiento y el ego, porque todo lo interpretamos a través de nuestros particulares pensamientos y sentimientos.
Cuando se vive a través del yo, sus variantes también son incontables. Desde el pensamiento o el ego, que es igual a decir desde el yo o el lenguaje, se puede llegar a ser un egoísta consumado pero igualmente podemos, por ejemplo, dedicarnos al arte y la ciencia y alcanzar una vida más equilibrada, en donde prevalezca la bondad o el servicio al prójimo, e incluso una sincera búsqueda espiritual. Entonces, podemos preguntarnos:
¿Cuál es el problema de vivir desde el pensamiento?
El drama y la tragedia de vivir desde el pensamiento radica en la ilusión de la conciencia que hace sentirnos y vernos separados del resto del mundo lo cual, sin duda alguna, no es verdad. Además, al prevalecer el pensamiento vivimos enteramente dentro del lenguaje y es un hecho que las palabras no son la realidad que impacta nuestros sentidos. Por experiencia propia, sabemos que las ideas son sólo las interpretaciones que hacemos de la denominada realidad. El pensamiento no es la cosa pensada, al igual que el mapa no es el territorio.
Desde el pensamiento nos comportamos como si en verdad estuviésemos separados del universo, y domina en nuestras vidas una visión bipolar de las cosas. Todo se divide y clasifica. La ciencia, por ejemplo, pierde flexibilidad, surge la ilusión de una división tajante entre el observador y lo observado. Comenzamos a comportarnos como si en verdad nosotros y la naturaleza fuéramos dos cosas distintas, lo que se evidencia cuando decimos que nos gusta la naturaleza. Por esa vía, llegan a ser muy importantes las teorías más elaboradas y, entre ellas, las ideologías y religiones organizadas.
Desde el ego, el mundo se reduce, se hace chato, porque nos dominan nuestros particulares intereses y la circunstancial forma de interpretar todo lo que impacta nuestros sentidos.
El pensamiento tiende a convertirse en una prisión.
El pensamiento se convierte en un problema porque nos limita, nos encierra como en una cárcel y nos lleva a creer que nuestra particular forma de ver el mundo es la única verdadera. Llegamos a convencernos de saber algo y nos olvidamos del misterio de la vida.
Nos imaginamos, al igual que los niños, que los demás piensan como nosotros. Llegamos a convencernos de saber mucho, y tenemos la tendencia a creer que existen verdades absolutas. Nos seduce la idea de un Dios personal que premia y castiga. En fin nos damos mucha importancia personal y nos olvidamos del enigma que envuelve todo. Sin embargo, al ser imposible soslayar por completo los arcanos de la existencia surge el temer tanto a la muerte como a la propia vida. Todo ello dificulta el cambio y se busca seguridad en las organizaciones, y la felicidad comienza a depender de cosas externas.
La alegría de Ser.
La segunda manera de vivir es cuando tratamos de salirnos de los condicionamientos y prejuicios.
Nosotros no llegamos al mundo, ni mucho menos somos creados desde la nada. La realidad es que, así como las olas son una manifestación del mar, nosotros somos producto y expresión de la naturaleza. Somos una manifestación del mundo y de la vida.
Sólo al trascender el pensamiento los hechos pasan a ser más importantes que las opiniones y logramos ver la ilusión del yo. Asimismo, si nos damos cuenta de que las ideas tienden a convertirse en prejuicios que nos alejan de la realidad, con el solo hecho de ver esa verdad estaremos menos condicionados.
Cuando trascendemos el ego se hace más fácil reconocer que no sabemos y, por ende, a aceptar el misterio de todas las cosas. Ganamos en libertad al darnos cuenta de que el yo es una suma de condicionamientos y de que cualquier opinión o pensamiento, no pasa de ser una interpretación, porque todas las ideas serán siempre conjeturas o hipótesis. Sólo saliendo de la prisión del ego, los pensamientos y las palabras, podremos tomar conciencia del inefable misterio y milagro de la totalidad de la vida.
Por todo ello, es necesario percatarnos de que la verdadera sabiduría y felicidad no puede encontrársele con el pensamiento. Es indispensable ver directamente los mecanismos de la mente, comprender que todo pensamiento está condicionado, para permitir que brote la alegría sin objeto, la simple alegría de Ser.
El ser humano es el único ente que tiene la posibilidad de vivir consciente del misterio de la vida. No necesitamos tener conocimientos especiales para saber que estamos vivos y que frente a nuestros ojos está un universo con millones de otros entes que también existen, aunque tengan formas y modos de vivir completamente distintos a los nuestros. Si observáramos, directamente, sin condicionamientos, podríamos percatarnos de que lo más maravilloso del Universo es tener conciencia de nuestra propia existencia, poder observar y vivenciar el milagro de la totalidad de la vida. Trascender el yo y vivenciar nuestra unidad con el Universo. La vida y la conciencia son un misterio, que no podremos comprender pensando. Sin embargo, son igualmente un milagro que si podemos vivenciar aquí y ahora mismo.
En ese aparente simple hecho de existir y poder vivir teniendo conocimiento de ello, radica, también, la posibilidad de encontrar la felicidad, porque es lo único que puede darle sentido a nuestras vidas. No obstante, la mayor parte de nosotros vivimos de espaldas al hecho de que la vida misma es más importante que todos sus contenidos.
Podemos ser testigos de nuestras propias vidas.
Además de ser protagonistas de nuestras propias vidas, en lo posible podemos ser, igualmente, guionistas y directores. Y lo más importante es convertirnos en espectadores de nosotros mismos. Esa posibilidad de ser testigos de nuestra relación con todo lo demás es la que permite una vida reflexiva, y la vía para lograr salirnos de los condicionamientos y prejuicios que impiden una vida plenamente feliz.
Cuando se está atento a cómo opera la mente, nos percatamos de que el yo es una ilusión y hasta podemos darnos cuenta de que todos, aún estando inconscientes de ello, tenemos momentos de silencio. Con el solo hecho de ver que todas las ideas se convierten en prejuicios, logramos alejarnos de los condicionamientos.
Somos el mundo.
Cuando trascendemos los pensamientos se hace más fácil reconocer que no sabemos y aceptar el enigma de todas las cosas. Así mismo, llega a hacerse evidente que la vida y la muerte forman parte de un mismo proceso, por lo que es un error verlas separadas y, peor aún, como contrarias.
Al intuir la interrelación de todo lo existente, tomamos conciencia de que somos el mundo. Al trascender el ego y los pensamientos ganamos en libertad. Nos damos cuenta de que el yo surge de los condicionamientos, por lo que igualmente ponemos en duda las propias opiniones.
Reírnos de nosotros mismos.
Cuando comprendemos que al final todo es una creación de la mente, aprendemos a reírnos de nosotros mismos y permitimos que el misterio nos envuelva. Así crece el amor por la vida, y la muerte se convierte en la mejor consejera. Al ver que todos estamos condicionados porque todo el pensamiento lo está, dejamos de darnos tanta importancia personal, y tendemos a hacernos más liberales y flexibles. Nos abrimos a los cambios, ganamos en armonía, y el amor pasa a ser lo más importante. La verdadera religiosidad se hace presente. En fin, solamente al salir de la prisión del ego, los pensamientos y las palabras, podremos tomar conciencia del inefable misterio y milagro de la vida.
Un caso real ilustra lo dicho:
En 1950 un neoyorquino le envió a Einstein una carta, diciéndole que su vida era un vacío absurdo por la muerte, de polio, de un hijo de 11 años. Decía este angustiado padre que había encontrado consuelo pensando que, de algún modo y en algún lugar, su hijo vivía en un mundo superior. Pero, agregaba, que esa idea se vio perturbada porque Einstein escribió que sobrevivir a la muerte física estaba más allá de su comprensión y que tales conceptos sólo servían para aliviar los temores y el absurdo egoísmo de las almas débiles. He aquí la respuesta de Einstein, que en mi opinión no tiene desperdicio:
UN SER HUMANO ES PARTE DEL MUNDO, LLAMADO POR NOSOTROS “UNIVERSO”, UNA PARTE LIMITADA EN TIEMPO Y ESPACIO. EXPERIMENTA SUS PENSAMIENTOS Y SENTIMIENTOS COMO ALGO INDEPENDIENTE DEL RESTO. LA LUCHA POR LIBERARSE DE DICHA ILUSIÓN, QUE ES COMO UNA CÁRCEL, ES EL ÚNICO OBJETIVO DE LA VERDADERA RELIGIÓN. NO ALIMENTAR LA ILUSIÓN, SINO INTENTAR SUPERARLA, ESE ES EL CAMINO PARA ALCANZAR LA PAZ DE ESPÍRITU”. Páginas 68 y 208 del libro: La Vida Un Misterio Tremendamente Hermoso.